Pasó la boda. Y salió todo bien, incluso mejor de lo que me había imaginado.
Hizo un día perfecto, sol pero sin calor agobiante. La masía donde lo celebramos se pudo disfrutar completa (hicimos el aperitivo fuera). La ceremonia quedó muy bien, íntima, cálida y divertida a la vez. Nos leyeron dos discursos hermosos y nos emocionamos mucho. La comida estaba riquísima. El brindis nos quedó muy divertido y el carnaval carioca fue la bomba (en España no se hace). Incluso nos pasaron dos videos, uno de una recopilación de gente de Argentina, abuelos, tíos, primos y amigos, que ni sabía que estaban al tanto de la boda. El otro video era para él, con fotos de los amigos de pequeños. Además, sus amigos le habían preparado un momento muy flamenco, con guitarra, palmas y canción, con una letra muy graciosa.
Pero lo mejor de la fiesta fue el final.
20 minutos antes de que termine, él pidió al DJ que corte la música y a los invitados que se sienten en sus mesas. Y después dijo algo así:
"Los hice sentar para agradecerles que nos hayan acompañado hoy...No, mentira. No los hice sentar para decirles eso. Lo que quería deciros es que estamos todos, pero no todos los que estamos, son los que se ven. Ya no somos dos, sino tres." (en este momento los invitados estallan en gritos, saltos y lágrimas)
Estoy embarazada de 3 meses. Y no puedo estar más feliz.
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