A pedido del público, algunas reflexiones de mis primeros meses de maternidad:
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La seguridad de que tu vida cambió para siempre. Lo había escuchado varias veces de toda la gente que ha sido padre/madre, pero no entendía hasta qué punto (en parte por la explicación que me daban). No es que cambia porque ya no tendrás las tetas en su lugar, ni saldrás el sábado a la noche descontroladamente, ni porque tus temas de conversación pasen por caca-líquida/colegios recomendados/horas de sueño/etc...Tu vida cambia para siempre porque tu felicidad depende de la felicidad de otra persona, y hasta ahora tu felicidad era un ser independiente, que vivía feliz mientras hacías másomenos lo que querías y los que te rodeaban eran másomenos felices (condición necesaria pero no suficiente). Ahora TODO pende de un hilo: vivís con el corazón en la boca pensando en las cosas horribles que le puede pasar, vivís angustiada por si no vive las cosas fantásticas que te tocaron vivir a vos.
Ese para mí es el gran cambio de ser y sentirme madre.
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Heridas que se cierran. Los años de psicólogo que podría haberme ahorrado! Una de las cosas que aprendí en mis cinco añitos de terapia (lo dejé porque me vine a Barcelona...no porque haya recibido el alta) es que soy muy exigente conmigo. Durante ese tiempo de divanes, creía que eso se debía a una crianza de mucha disciplina y a unos padres poco cariñosos. Después de compartir con mi mamá 71 días en casa, me di cuenta que mi niñez no fue "tan" así. Mis papás sí eran -y lo siguen siendo- cariñosos conmigo: no me dejaban llorar, me llenaban de besos y me cuidaban muchísimo (igual que ahora). Puede que me hayan exigido más (más de lo normal? más que a mis hermanos?...?), pero yo también fui muy exigentes con ellos y me he pasado muchos años enojada por ésto, cuando en realidad la mayoría de las veces hicieron lo que pudieron.
Ya es hora de perdonarlos.
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Sorpresas te da la vida. Unas heridas se cierran, una olla se destapa. Me ha sorprendido muchísimo la actitud de algunos familiares y amigos que no han conseguido alegrarse con nuestra alegría ni disfrutar con nuestro disfrute, alejándose -concientemente o no- de una vez y para siempre. Porque que gente de tu familia o amigos de toda la vida no puedan compartir un momento así es casi imperdonable (y me sobra el casi).
Dicen que los buenos amigos se ven en las buenas, porque en las malas es más fácil arrimar el hombro, dar una palmadita y escuchar llorar. En las buenas, hay que saber dejar de lado tu pesar para celebrar la emoción del otro...y eso, aprendí, a algunos les cuesta mucho.
Etiquetas: experiencias